El pasado sábado se cumplieron dos años desde que el Ayuntamiento de Albacete aprobará por unanimidad y a iniciativa de Amithe, una declaración ante el Gobierno de España para promover la nominación del Teatro Circo de Albacete como patrimonio cultural de la Humanidad ante la Unesco. Muchos son los argumentos que apoyan la candidatura. Estamos ante el teatro circo operativo más antiguo del mundo. Su diseño y construcción reúne lo mejor de la arquitectura de 1887, como es su estructura en hierro y las singulares decoraciones neoárabes que lo convierten en un templo árabe en plena Castilla. Cuando lo propusimos y el Pleno del Ayuntamiento decidió apoyarlo, los cuatro de siempre pusieron el grito en el cielo, diciendo que si nos habíamos bebido cuatro botellas de zarzaparrilla. Menos mal que llegaron personalidades como Uribes, embajador de España ante la Unesco, y Albares, el ministro de Asuntos Exteriores, y se quedaron impresionados ante su belleza y esplendor, señalando que «había razones poderosísimas para lograr su declaración». Pero lo que sí quedó muy claro en ambas visitas es que sin previo expediente municipal no se llegaría ni a la esquina. Primero, expediente municipal; segundo, apoyo explícito de Toledo; y, tercero, del Gobierno de España. Siempre que el acalde o el presidente de la Diputación mencionan esta declaración, el pueblo aplaude entusiásticamente. Pero dejémonos ya de anuncios y trabajemos por lograr la candidatura. Es momento de bajar las musas al teatro con hechos y finalizar el expediente que tiene entre sus manos la Concejalía de Patrimonio que lleva María Jesús López. El pasado enero, con mucho retraso, se inició el deseado expediente con el número 124534D: «Petición a la Unesco de la declaración del Teatro Circo como patrimonio de la humanidad». Amithe ejercitará su derecho de acceso a la información pública y se personará para conocer su contenido, alcance y plazos. Sólo faltaría que ahora, como ya ocurrió con el escándalo cultural de la sede del Banco de España, algunos de los nuestros pongan clavos en las ruedas. Nos conocemos todos.