La pasada semana fuimos al consolidado festival “Noches del Botánico” que se celebra en el Jardín de la Complutense. En mis tiempos de universitario fue una enorme explanada, frente al Facultad de Biológicas. Celebrándose multitudinarios actos como el cierre de campaña de Felipe González en las elecciones de octubre de 1982 o el concierto regalo de Plácido Domingo al pueblo de Madrid. Felizmente este espacio es ahora el Botánico y en los meses de junio y julio alberga un internacional festival de categoría. El escenario natural entre árboles y plantas, incluso la disposición de las butacas me recuerda a aquellos extraordinarios Festivales de España que se celebraban en Albacete desde 1955, y a finales de agosto, en el Parque de Abelardo Sánchez. Por el pasaron los más grandes cantantes, artistas y ballets del mundo, actuando en un paraíso natural único como era aquel Parque. Recuerdo el anuncio en TVE de los Festivales de España, donde la imagen elegida era la sede de Albacete. Sólo les doy una mínima muestra de lo que por allí pasó. Cantantes como Pradera, Cafrune, Yupanqui o Raphael; ballets como el Nacional Francia, el de Antonio Gades o el de Antonio el Bailarín; compañías como las nacionales de teatro o zarzuela o el mismísimo coro y bailarines del ejército ruso; con orquestas como la Nacional de España con Odón Alonso de director. Festivales que con dignidad y nivel luego continuarían, bajo la denominación de Festivales de Albacete en el Recinto ferial, aunque sacarlos del Parque, creo que por complejo franquista, fue un error. Degenerando progresivamente cada edición, este Festival de Albacete, que alcanza ni más ni menos que su 68 programación, se sigue celebrando de cualquier manera. Desnaturalizado hoy y sin personalidad alguna. Confundido entre ese descorche festivalero sin ton ni son del Albacete actual y en manos de una empresa privada. Este año nos anuncian a la Pantoja como plato fuerte. El año pasado la estrella fueron Los Morancos. Como a la corrida de Asprona, lo mejor sería echarle el cierre y no arrastrar más aquel esplendor bajo la hierba.